Laura es un ejemplo de cordialidad, respeto y amistad compartida durante sus 35 años de trabajo profesional en la UDEP. Hoy, afirma que su jubilación es “la ilusión de seguir con sus proyectos personales”.
Por Dirección de Comunicación. 11 agosto, 2023.Laura Machuca Maza llegó a la UDEP en 1987. Ya sabía mucho de ella y del espíritu que la movía, pues sus hermanas habían estudiado y trabajado aquí (una aún lo hace). Inició sus labores en el área de Servicios Administrativos, en la Sección de Cobranzas en Contabilidad, en atención al público universitario y profesores.
En el 2008, asumió la dirección del Área de Circulación de la Biblioteca de la UDEP, rol que desempeñó con el entusiasmo que la caracteriza. En esta área hizo grandes amigos, razón por la que sus colegas le preguntaban cómo había logrado tener tantos amigos en las facultades. Ahora responde con énfasis: “siempre hay que saber llegar a nuestro público”, lecciones valiosas de la ‘asesoría empresarial y al cliente’ de Alma Machuca, su fiel hermana.
Los estudiantes la conocen por su amabilidad. Como buena amiga, siempre los orientaba entre las numerosas colecciones bibliográficas de la Biblioteca Central de la Universidad de Piura; además, compartía con ellos la alegría de encontrar una excelente fuente bibliográfica. “El ayudar a los alumnos, profesores y exalumnos ha sido una oportunidad de apoyarles indirectamente en el mejoramiento de su vida estudiantil o profesional. Es siempre satisfactorio ver en sus rostros el cambio cuando encontraban respuesta a su búsqueda”, dice Laura.
“Laura, o Laurita, como cariñosamente la llamamos en el campus, tuvo una larga trayectoria de servicio en la Universidad”, afirma María José Andrade, directora de la Biblioteca-Campus Piura.
Agrega que, cuando Laura llegó a la Biblioteca supieron que cumpliría una gran labor en la zona de circulación. “A su vocación de servicio añadiría su diario silencio laborioso y trato amable con los usuarios, alumnos y profesores. Ese silencio fecundo que nos repetía San Josemaría, fundador y Primer Gran Canciller de nuestra universidad”, indica María José.
Por otro lado, su amiga Patricia Rodríguez sostiene que Laura siempre ha vivido con coherencia y fiel al espíritu de la universidad. “Su prioridad ha sido el servicio a los alumnos y profesores, especialmente de las salas de lectura que orientaba: la de Derecho y Arquitectura. Nunca vi en ella asomo de ‘mala cara’, más bien, al contrario, había mucha calidez, buen trato, rapidez en el servicio”.
Persona noble y humilde
Sus amigos y compañeros de la universidad destacan sus virtudes, su carisma y su permanente vocación de servicio. La definen como una persona alegre, que con una cálida sonrisa acompaña fraternos diálogos de amistad.
“Laura es, sobre todo, una persona muy discreta y leal. Con ella se puede contar siempre, porque te escucha y lo que te dice o aconseja te da mucha tranquilidad. Pero, hay que tener presente sus horarios, pues ella es muy organizada, es multitareas”, dice su amiga María Elena Ramírez.
Asimismo, resalta el buen sentido del humor de Laura, quien siempre está sonriente. “Solo se pone seria y preocupada cuando le cuentas algún problema. Es una persona muy noble y humilde, real reflejo de su paz interior”.
Espíritu UDEP
Sus compañeras cuentan que solía buscar un tiempo para vivir y enriquecerse del espíritu universitario de la UDEP. Pedía permiso a los profesores que impartían asignaturas relacionadas con la Literatura e Historia, para ingresar y escuchar las clases, como las del doctor De la Puente.
Para Laura, sus mejores recuerdos y aprendizajes los adquirió desde su ingreso a esta casa de estudios, con el trabajo en equipo, el trato humano, el compañerismo, la responsabilidad personal y la cordialidad.
“Si uno era nuevo y te equivocabas te corregían con mucha delicadeza y trato humano. Así quién no trabaja, con gusto se ponía el hombro para sacar la universidad adelante. Este trato tan personal, con mucho respeto y consideración, no se olvida nunca”, señala Laurita.
Además, destaca que la UDEP significa 35 años de trabajo intenso que le han permitido crecer como persona y como profesional, así como cultivar grandes amistades. Guarda un especial agradecimiento a quienes le enseñaron, con su trabajo personal y su ejemplo, a vivir las enseñanzas de San Josemaría.
“Recordaré con especial gratitud a Irma Ibáñez, Angelita Carrasco, Jorge Arbulú, Ernesto Gallo, Dante Guerrero, Beatriz Vega y muchas otras personas que engrandecieron mi vida”.
Ahora, tras su jubilación, nos dice que empieza otra etapa de su vida, con la ilusión de seguir con sus proyectos personales.
¡Muchas gracias, Laurita; la UDEP sigue siendo tu casa!